Buceando en la leyenda

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jueves, 15 de agosto de 2013

Vlad el empalador (¿Drácula?). ¿Fue tan cruel?

Vlad III Tepes o Empalador (1431-1476) fue voivoda (príncipe) de Valaquia hasta en 3 ocasiones (ello indica lo inestable que eran aquellos tiempos). Si despojamos todo el mito, nos queda un luchador contra el expansionismo turco que amenazaba con engullir primero los Balcanes, y después toda a Europa, aprovechando la debilidad de los reinos cristianos de la época, que eran incapaces de unir sus fuerzas para vencer a un imperio cuyo apetito no parecía tener límites. No hay que olvidar que sólo fueron frenados casi un siglo después en las mismas puertas de Viena, después de haber engullido lo que quedaba del imperio bizantino y multitud de reinos balcánicos. Y aquí tenemos a un pequeño principado, Valaquia, con un líder cruel pero firme, que logró la unidad de sus gentes, de una manera implacable, haciendo frente a una horda de soldados que luchaba por la gloria de su sultán.





Si se analiza la vida de Vlad, se aprecia que no tiene nada de vampiro ni nada que se le parezca. Su relación con el mito de Drácula procede de una novela de 1897, escrita por Bram Stoker, que se fija en el apodo de Vlad, Draculea (hijo de Dracul, que era como le llamaban a su padre), y poco más.

La infancia de Tepes fue dura, y esa dureza moldeó su carácter. Él y su hermano Radu, fueron entregados al sultán otomano como rehenes en muestra de sumisión. En 1447 volvió a Valaquia; su padre había sido apaleado hasta morir, y a su hermano Mircea le habían cegado y enterrado vivo. Aunque el responsable de la acción fue el conde Juan Hundayi, éste había sido apoyado por los nobles valacos (boyardos), cosa que no olvidaría Vlad.

Cuando se afianzó en el trono de Valaquia (Rumanía no existía todavía como tal), vio la necesidad de afianzarse eliminando toda la oposición interna. Vlad, veía en los boyardos una fuente de inestabilidad, ya que elevaban y hacían caer a los príncipes a su antojo. Por eso, invitó a 500 a una gran comida. Se dice que a los más ancianos y las mujeres los empaló (su técnica de ejecución favorita; según parece la aprendió de los turcos cuando estuvo de rehén en la corte del sultán), y a los más jóvenes los usó para que construyeran el castillo de Poenari; durante su construcción (mejor dicho su ampliación y mejora), morirían la mayoría de ellos por los rigores del trabajo.



Castillo de Poenari.



Después, en su afán de acabar con toda la oposición interna, dirigió su atención a los comerciantes sajones que habitaban en su principado, y que controlaban las redes comerciales. Lo primero que hizo Vlad fue eliminar sus privilegios y, después, fue contra las ciudades arrasándolas y empalando a todos los habitantes (en 1459 empaló a 30.000 personas de origen alemán). Ni siquiera perdonó a los niños. Cuando un sacerdote le reprochó esto último, la contestación del voivoda fue la siguiente: "Te debo una explicación: no puedes quedarte nunca a medio camino. No basta con podar la mala hierba, debes llegar a la raíz para poder exterminarla. Los niños de hoy son mis enemigos de mañana, y no tardarán en vengar en mí a sus padres". El prior fue empalado poco después de haber sido contestado.



Gracias a los relieves de los palacios asirios, se sabe que la técnica del empalamiento era utilizada en Oriente Medio muchos siglos antes del nacimiento de Cristo. La cruel técnica era sencilla y despiadada: se trataba de introducir una larga estaca por el ano (mejor si era puntiaguda para que la muerte fuera más rápida) al condenado, y poner vertical el palo y clavarlo al suelo, para que se introdujera lentamente provocando una muerte agónica y dolorosa. El suplicio podía durar hasta 2 o 3 días. El empalamiento, también, se podía aplicar a un costado, la vagina o la boca.


Otro ejemplo de sus atrocidades fue la escena que nos cuentan la crónicas acerca de un gitano que fue condenado a la horca por robar. Los gitanos pidieron a Vlad Tepes que suavizara el castigo y, en una carta dirigida al emperador Segismundo, apelaron a él para que suprimiera el castigo de la horca. Al verse cuestionado Vlad, hizo cocinar al reo en una olla, llamó a los demás gitanos y les ordenó a todos que lo devorasen, incluídos sus huesos. Para acabar con los pobres, reunió a muchos de ellos y los invitó a comer (era mal asunto que te invitara). Una vez reunidos, ordenó quemar la sala. Era su forma de eliminar la pobreza.

LOS OTOMANOS INVADEN VALAQUIA.


El sultán otomano Mehmed formó un impresionante ejército de 100.000 hombres para invadir Valaquia. Vlad, sin apoyo de las demás naciones cristianas, tenía que hacer frente con sólo unos pocos miles de hombres. Era el príncipe de una pequeña nación que luchaba por su supervivencia, pero, al menos, tenía el país controlado bajo un puño de hierro, y había conseguido que los valacos temieran más a su gobernante que al enemigo.

Vlad es considerado como un héroe nacional en Rumanía por la resistencia magistral que opuso ante los intentos de invasión que procedían de su poderoso vecino. Según parece, el voivoda no escatimó esfuerzos ni valor, poniéndose al frente de sus hombres en el fragor de la batalla. Frente a las abrumadoras fuerzas de invasión, una batalla campal hubiera sido un suicidio, por lo que Vlad optó por una acción de "tierra quemada", no dejando nada para saquear a los poco bienvenidos visitantes, y asestando golpes por sorpresa, como el que se produjo una noche contra el campamento otomano y que fue un gran éxito de las tropas valacas.

Con unas tropas diezmadas por la peste, Mehmed abandonó la lucha y volvió a Estambul, dejando a Radu, el hermano de Vlad y títere de los turcos, a cargo de unos cuantos efectivos para que continuara la lucha. Finalmente, Tepes fue depuesto por el rey de Hungría (Matías Corvino) y encarcelado en 1462, siendo Radu elevado al trono de Valaquia.

En 1475 Vlad fue puesto en libertad, y Radu había sido muerto durante unas revueltas en Valaquia, por lo que Tepes volvió a recuperar el poder su principado gracias al mismo que le había puesto bajo arresto, el rey de Hungría; así es la política, en ese momento hacía falta un guerrero como Vlad en el trono valaco ya que los otomanos estaban atacando otra vez. Pero, en esta ocasión el héroe cayó, o en batalla o asesinado por un mercenario que lo decapitó por la espalda; no se sabe con certeza.

El cuerpo del príncipe fue sepultado en Snagov, un convento cerca de Bucarest. Pero, su cabeza fue cuidadosamente conservada en miel, enviada a Mehmed como prueba de su muerte, atravesada por un palo y expuesta a la vista de todos. En la actualidad, se hallan perdidos tanto su cuerpo como su cabeza, lo que alimentan el mito todavía más.


Interior de la iglesia de Snagov en el lugar donde fueron enterrados los restos de Vlad Tepes.


¿REALMENTE  FUE  VLAD TEPES UN PERSONAJE TAN CRUEL?


Muchas de las historias que nos han llegado del voivoda de Valaquia proceden de los escritores alemanes. Teniendo en cuenta lo mal que acabaron algunos colonos sajones (alemanes) que vivían en aquel país por oponerse a las políticas de Vlad, no es de extrañar que pudieran exagerar algunos acontecimientos. Además, no podemos decir que el resto de los grandes personajes de la época, fueran menos crueles. Realmente, Vlad Tepes fue una persona despiadada en un mundo igualmente despiadado. A continuación, voy a enumerar algunos ejemplos de lo poco piadosos que llegaron a ser el resto de los dirigentes de la época.

Luis XI de Francia fue un rey que buscó a toda costa hacer de su país un reino unido y fuerte, y no escatimó en medios para lograrlo. Se dice que aceleró la muerte de su padre y envenenó a su hermano para acceder al poder. A la nobleza la doblegó de una manera despiadada. A su consejero lo cegó rociándole los ojos con agua hirviendo y, como el procedimiento fracasó, mandó completar el "trabajo" con dos tiros de arco. Construyó jaulas donde encerró a sus más enconados rivales, con unos cerrojos más altos que la estatura normal de un hombre.

El sultán Mehmed II, en una campaña, hizo degollar a toda la guarnición de un castillo, y despedazar a sus capitanes por ofrecer una gran resistencia. A unos 6000 habitantes de una ciudad los hizo torturar hasta morir y, en 1464 mandó empalar a todos los varones de dos fortalezas tomadas en Albania.

George Bataille, escribió acerca de la guerra del siglo XV: "...cuando los soldados buscaban las provisiones que necesitaban en una aldea, se apoderaban de los hombres, mujeres y niños pequeños sin hacer distinciones de edad o sexo; abusaban de las mujeres y doncellas; mataban a padres y maridos en presencia de sus hijas y esposas; confiscaban los víveres y dejaban morir de hambre a los niños pequeños; encadenaban a las mujeres embarazadas, quienes parían entre cadenas, y dejaban morir a los recién nacidos...; luego, arrojaban al río a madre e hijo; cogían a sacerdotes..., los encadenaban y molían a palos...".

Durante la batalla de Azincourt, en 1415, los ingleses se apoderaron de miles de caballeros franceses, embutidos en pesadas armaduras, y temieron que se rebelaran antes de que acabara el combate. El rey Enrique V no dudó un instante en lo que debía hacer y ordenó masacrar a toda la masa de nobles que se hallaba desarmada. Como era difícil ejecutar a un hombre que se hallaba acorazado desde la cabeza a los pies, se vivieron escenas dantescas de muerte: se clavaban puñales por los visores de cascos, se partían caras, cabezas..., el resultado final fue una escena de horror y brutalidad que, por otro lado, los ingleses no deseaban pues perdieron una ocasión única de pedir rescate a las familias nobles de los que fueron degollados ese día.

Si hablamos de justicia en el ámbito civil nos encontramos con una crueldad que tampoco se queda muy atrás si la comparamos con la que aplicaban los monarcas. La tortura estaba permitida, y la pena de muerte y la mutilación eran habituales. A los ladrones se les ahorcaba. El asesinato se castigaba con la decapitación. El descuartizamiento era para los traidores. El tormento de la rueda, estaba reservado a los ladrones importantes y a los incendiarios. La hoguera, para los hechiceros, herejes y homosexuales. La muerte en agua, vino o aceite hirviendo, para los falsificadores de moneda...Al que dañaba un haya (una clase de árbol), se le arrancaba las tripas, se les ataba con ellas y se le obligaba a correr alrededor del haya hasta que quedara enroscado.


La tortura de la rueda empezaba con una serie de golpes para romperle todos los huesos y articulaciones al condenado.


También podemos enumerar aquí como la Inquisición quemaba a las brujas y herejes en todas las ciudades de Europa, o como ejecutaban en Inglaterra a los condenados por traición (ver la entrada sobre William Walace).

Y pondría poner más ejemplos, pero no quiero cansar al lector. Todo esto no exculpa la actitud de Vlad, pero puede relativizar sus acciones.

A diferencia de Gilles de Rais, el infanticida y mariscal de Francia que prefería la visión de la sangre y la muerte a cualquier otra cosa y que derramaba la "simiente de vida" sobre sus víctimas, en Vlad Tepes no se encuentran hechos tan inequívocos de que fuera un loco sin escrúpulos que disfrutara de las torturas que mandaba ejecutar.

Bibliografía principal: "Drácula. Vlad Tepes, el Empalador, y sus antepasados", de Ralf-Peter Märtin.




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